Epístola 3

Epístola tercera de las Epístolas Morales a Lucilio

Traducciones

Traducción de Francisco Navarro y Calvo

De la elección de amigos

[1] Escríbesme que has entregado cartas para mí a un tu amigo, y me encargas que nada le diga de lo que te atañe, porque así acostumbras a obrar con él. En una misma carta lo confiesas y niegas por amigo. De creer es que has usado la palabra según se acostumbra, y que le llamas amigo de la misma manera que llamamos hombres honrados a los que aspiran a las dignidades, y damos el nombre de señor al que encontramos si no recordamos al punto su nombre. ¡Pase por esto!

[2] Pero si tienes un amigo en quien no confíes tanto como en ti mismo, o te engañas profundamente, o no conoces la fuerza de la verdadera amistad. Examina todas las cosas con tu amigo, pero ante todo examínale a él. Después de la amistad, todo se debe creer; antes, todo debe deliberarse. Gentes hay que, invirtiendo el orden y en contra de los preceptos de Teofrasto, examinan después de amar, y cesan de amar cuando han examinado. Medita largamente si debes recibir en amistad a alguno, y cuando hayas resuelto hacerlo, recíbele con el corazón abierto, y habíale con tanta confianza como a ti mismo.

[3] Vive, sin embargo, de tal manera que no hagas nada que no puedas decir a tus propios enemigos; pero, fuera de ciertas cosas que la costumbre ha hecho secretas, debes comunicar a tu amigo todos tus pensamientos y todos tus cuidados. Le harás fiel si le consideras fiel. Inspira deseos de engañar el temor de ser engañado, y parece se concede el derecho de cometer falta a aquel que se supone capaz de cometerla. ¡Cómo! ¿He de contener mis palabras en presencia de mi amigo? ¿Por qué no he de considerarme solo cuando estoy con él?

[4] Personas hay que cuentan a todo el mundo lo que solamente a los amigos debían confiar, y descargan lo que les oprime en los oídos del primero que encuentran; otros, por el contrario se ocultarían de buen grado a sí mismos, y no se atreverían a descubrirse a sus mejores amigos, y en su interior encierran todos sus secretos. Necesario es evitar ambos extremos; porque tan vicioso es confiar en todos como no confiar en ninguno; pero el uno es más honesto, el otro más seguro.

[5] Igualmente reprenderías a quien se agitase continuamente como a quien permaneciese en perpetuo reposo: porque, a decir verdad, la actividad que se agita tumultuosamente, no es otra cosa que comezón de espíritu inquieto; y el reposo que no puede soportar ninguna agitación, no es quietud sino flojedad y languidez.

[6] Graba en tu memoria esto que leí en Pomponio:

«Personas hay que tanto se han hundido en la oscuridad que todo lo que es luz les parece turbación.»

Estas dos cosas deben tomarse alternativamente: el trabajo cuando se ha descansado, el descanso después de trabajar. Consulta á la naturaleza y te dirá que ha hecho el día y la noche. Adiós.

Referencias

  • Epístolas morales por Lucio Anneo Séneca, Epístola III, Traducción directa del latín por D. Francisco Navarro y Calvo (1884)