Epístola 28

Epístola vigésima octava de las Epístolas Morales a Lucilio

Traducciones

Traducción de Francisco Navarro y Calvo

Los viajes son inútiles para la curación del alma

[1] Crees que a ti solo ha sucedido, y te admiras como de cosa nueva, haber realizado largo viaje y recorrido muchos países sin desterrar la tristeza y tedio de tu ánimo. ¡Necesitas cambiar de espíritu y no de cielo! Aunque cruces los mares, y como dice Virgilio

…se alejen tierras y ciudades,

tus pasiones te seguirán a todas partes.

[2] Sócrates contestó al que se le quejaba de la misma suerte: «¿Te asombras de que no te aprovechen los viajes cuando vas contigo mismo a todas partes?» La misma causa que te impulsó te oprime aún. ¿De qué te sirve cambiar de paraje? ¿de qué el conocimiento de comarcas y ciudades? Todo eso no es más que inútil agitación. ¿Preguntas por qué son vanas esas correrías? Porque huyes contigo mismo. Necesario es que alivies tu espíritu del peso que lleva; a no ser así, no encontrarás placer en ninguna parte.

[3] Imagina que te encuentras en el estado en que presenta nuestro Virgilio a la sacerdotisa agitada y llena de extraño espíritu.,

Pugnando per libertarse del Dios que en ella habita.

Caminas de un lado para otro para libertarte del peso, que la agitación te hace más incómodo. Así como la carga de una nave pesa menos cuando no se la mueve, así también sumerge más pronto el costado sobre que la arrojan, cuando no la mueven por igual. Todo cuanto haces te es perjudicial, y hasta el movimiento te es contrario, porque mueves a un enfermo.

[4] Pero cuando te hayas curado de ese mal, todos los parajes te serán agradables. Aunque te relegasen al extremo del mundo o te confinasen en el seno de la barbarie, te encontrarías bien donde quiera que establecieses tu morada: esto depende más del huésped que de la casa; por esta razón no debemos apasionarnos por ningún paraje. Necesario es vivir persuadidos de que no hemos nacido para quedar fijos en punto determinado: mi patria es todo el mundo.

[5] Si te penetras bien de esto, no te extrañará que habiéndote hecho partir de un punto el tedio, no te encuentres más satisfecho en otro; porque el primero no te hubiese desagradado si estuvieras persuadido de que perteneces a todos los países. Eso no es viajar, sino errar, vagar y cambiar solamente de paraje, puesto que no buscando otra cosa que vivir a gusto, puedes hacerlo en todas partes.

[6] ¿Existe algún punto tan agitado como el foro? Y sin embargo, cuando es necesario vivir en él, se puede vivir tranquilamente. Pero el que pueda huir de su proximidad y vista debe hacerlo, porque así como hay parajes malsanos que pueden alterar la salud más robusta, así también hay cosas poco saludables que pueden corromper los espíritus que no están confirmados en la Virtud.

[7] Difiero de las gentes que se lanzan en medio de las oleadas y gozan en los tumultos combatiendo diariamente con negocios y dificultades. El hombre prudente no elegirá esta vida, y preferirá vivir en paz a estar en guerra. De poco serviría dominar las propias pasiones, si después hubiese de continuar la lucha contra las de los demás.

[8] —Treinta tiranos, me dirás, atacaron a Sócrates y no consiguieron doblegar su ánimo. — ¿Pero qué importa el número de amos? La esclavitud es una sola, y el que la ha vencido es libre en medio de una turba de señores.

[9] Tiempo es ya de terminar, pero antes es necesario pagar el porte. «Principio de enmienda es el conocimiento del pecado.» Paréceme que Epicuro dijo esto con mucha razón, porque el que no sabe que peca, no puede corregirse; siendo necesario conocerse antes de enmendarse.

[10] Algunos se glorían de sus vicios. ¿Crees que podrán enmendarse aquellos que los consideran virtudes? Por esta razón te aconsejo te reprendas y veles sobre ti mismo. Sé primero acusador tuyo, después juez; pide perdón alguna vez, y alguna vez también castígate. Adiós.

Referencias

  • Epístolas morales por Lucio Anneo Séneca, Epístola XXVIII, Traducción directa del latín por D. Francisco Navarro y Calvo (1884)