Epístola vigésima quinta de las Epístolas Morales a Lucilio
Traducciones
De los peligros de la inquietud. De los goces de la pobreza
[1] Necesario es tratar de diferente manera lo perteneciente a nuestros dos amigos, porque hay que reformar los defectos del uno y destruir los del otro. Usaré de completa libertad, y no amaría al primero si no le ofendiese. — ¿Cómo, dirás, piensas poner en tutela un pupilo de cuarenta años? Considera que se encuentra en edad dura e incapaz de reforma, porque solamente las cosas tiernas pueden enderezarse.
[2] —Ignoro si conseguiré algo; más prefiero no triunfar a faltar a la amistad. No debe desesperarse además de curar a los enfermos crónicos, si corriges su intemperancia y les obligas a hacer y sufrir muchas cosas que pueden desagradarles. No tengo mucha más confianza relativamente al otro, pero veo que aún se ruboriza de obrar mal. Alentarse debe este pudor, que mientras exista en él, lugar queda a la esperanza. Creo que deberá obrarse suavemente con aquel endurecido para que no desespere.
[3] Y entiendo que no puede emprenderse su curación en tiempo más propicio que este, en tanto que se encuentra tranquilo y parece corregido. No me engañará sin embargo esta interrupción que a tantos ha engañado; porque como sé que no están curados sus defectos, sino adormecidos solamente, espero que reaparecerán con mayor energía. Sea como quiera, emplearé mi tiempo en esto, y veré si puede hacerse algo o no.
[4] En cuanto a ti, continúa siendo fuerte y generoso, y haz la maleta. Nada de lo que poseemos nos es necesario. Volvamos a la ley de la naturaleza; las riquezas están preparadas. Gratuito es lo que necesitamos, o vale poco. La naturaleza solamente pide pan y agua; en cuanto a esto nadie es pobre, «y el que puede limitar así sus deseos puede disputar con el mismo Júpiter acerca de la felicidad,» como decía Epicuro, uno de cuyos consejos he de unir a esta carta:
[5] «Hazlo todo como si alguien te contemplase.» Muy útil es sin duda tener alguien al lado a quien consideres como presente a todas tus acciones, pero es mucho más honroso vivir como si te encontrases en presencia de un hombre probo. Contento quedaría si todo lo hicieses como si te contemplase alguien. La inquietud solamente nos inspira cosas malas.
[6] Cuando hayas adelantado lo bastante para tener respeto de ti mismo, podrás despedir al pedagogo; pero entre tanto, mantente bajo la autoridad de otro: y sea este Catón, Escipión, Lelio o cualquiera cuya intervención pueda contener la licencia de los más desordenados. Cuando hayas hecho esto y comiences a tener consideración contigo mismo, te permitiré lo que aconseja Epicuro cuando dice: «Retírate dentro de ti mismo, sobre todo cuando necesites compañía.»
[7] Conviene que no seas semejante al vulgo, y por esta razón es peligroso que salgas de ti mismo: contempla a los demás; ninguno hay que no esté mejor con los otros que consigo mismo. «Retírate dentro de ti mismo, sobre todo cuando necesites compañía,» pero si eres varón bueno, pacífico y moderado: no siendo así, sal de ti, ve con los demás y no estarás peor acompañado. Adiós.
Referencias
- Epístolas morales por Lucio Anneo Séneca, Epístola XXV, Traducción directa del latín por D. Francisco Navarro y Calvo (1884)