Epístola 17

Epístola décima séptima de las Epístolas Morales a Lucilio

Traducciones

Traducción de Francisco Navarro y Calvo

Debe abrazarse sin dilación la filosofía. La pobreza es un bien.

[1] Prescinde de todas las cosas si eres sabio, y principalmente para que lo seas más. Emprende a la carrera y con todas tus fuerzas el camino de la virtud. Si algo te coarta, arrójalo o rómpelo. —Me detienen, dirás, los cuidados domésticos, y quiero ordenarlos de tal suerte que pueda vivir sin hacer nada, a fin de que la pobreza no sea carga para mí ni yo para nadie.

[2] —Cuando así hablas, paréceme que no comprendes bastante la fuerza y extensión del bien que pretendes: conoces sin duda lo principal del asunto, cuan útil es la filosofía; pero aún no penetras en el detalle, y no consideras cuántos socorros obtenemos de ella en todas las ocasiones y de qué manera (usando las palabras de Cicerón) «nos asiste en los grandes trabajos y cuánto también en los pequeños.»

[3] Créeme, consúltala: ella te dirá que no te ocupes en contar tus bienes, porque con esto solo pretendes evitar la pobreza. ¿Mas para qué, si debemos desearla? A muchos que querían dedicarse a la filosofía se lo han impedido las riquezas: la pobreza, por el contrario, siempre es libre y tranquila. Cuando suena el clarín, sabe que no es por ella; si oye alarma, mira por dónde saldrá y no lo que llevará consigo. Si tiene que navegar, no hace ruido en el puerto, ni embaraza la playa con su equipaje; no se la ve rodeada de multitud de criados, para cuya alimentación apenas puede bastar la fertilidad de un país.

[4] Fácil cosa es saciar pocos vientres, cuando están bien ordenados y solo piden que se les llene. Satisfacer el hambre cuesta poco, pero cuesta mucho satisfacer la inapetencia. A la pobreza basta calmar la necesidad apremiante. ¿Por qué has de rehusar su compañía, puesto que hasta el rico prudente la imita?

[5] Si quieres dedicarte al estudio, necesario es que seas pobre, o al menos que te parezcas al que lo es; porque para estudiar con provecho se necesita la sobriedad, que es pobreza voluntaria. Abandona las excusas que dicen: «No tengo bastante todavía, y si puedo reunir tanto, entonces me dedicaré por completo a la filosofía.» Y sin embargo, nada hay que debas adquirir antes que lo que quieres dejar para lo último; por esto debes empezar. «Quiero, dices, reunir antes lo necesario para vivir.» Aprende al mismo tiempo cómo debes reunir. Si algo te impide vivir bien, no te impedirá morir bien.

[6] Ni la pobreza ni la escasez deben separarnos de la filosofía, que bien merece que se sufra por ella el hambre que se sufriría en un asedio por no caer en manos de enemigo victorioso, puesto que promete perpetua libertad y exime de todo temor ante los hombres y ante Dios. Y a la verdad, a ella hay que llegar cuando es necesario morir de hambre.

[7] Si ejércitos enteros han experimentado carencia general de todo, han vivido de hierbas y raíces en horrible hambre, y esto (¿lo creerás?) por conquistar un reino para otro, ¿habrá alguno que no quiera soportar la pobreza a fin de librar su alma del furor de las pasiones?

[8] Nada existe, pues, que deba adquirirse antes, y podemos marchar sin provisiones para la conquista de la filosofía. Paréceme que dices: —Cuando lo tienes todo, quieres además la filosofía, que será la última ganancia de tu vida, y por decirlo así, suplemento.—Pero tú, si algo tienes, comienza a filosofar (¿quién te ha dicho que no tengas ya demasiado?). Si nada tienes, debes adquirir este bien antes que los otros.

[9] —¡Pero careceré de lo necesario!—En primer lugar no te faltará, puesto que la naturaleza pide muy poco, y el sabio sabe acomodarse a ella. Pero si cae en extrema necesidad, en su mano tiene librarse de ella en seguida y no quedar como carga de sí mismo. Si tiene muy poco, se consolará, y sin cuidarse más que de lo necesario, atenderá plácidamente a su alimentación y vestido, burlándose del embarazo de los ricos y del azoramiento de los que corren en pos de las riquezas, diciéndose con rostro tranquilo y risueño: ¿Por qué difieres trabajar para ti?

[10] ¿Esperarás beneficio de algún préstamo, o de alguna mercancía comprada, o que te nombre heredero algún viejo rico, si puedes ser rico desde este momento? La sabiduría reemplaza todos los bienes, y hasta los otorga cuando hace despreciarlos. Pero esto es bueno para otros, te pareces tú más a los llamados ricos. Cierra la gaveta, tienes demasiado, y en todas partes se encuentra lo que basta.

[11] Si no te hubiese acostumbrado mal, podría terminar aquí mi carta; pero como no se puede saludar al Rey de los Parthos sin llevarle algún regalo, tampoco puedo despedirme gratis de ti. ¿Qué te mandaré? Lo tomaré de Epicuro. «Muchas gentes hay que no encuentran el fin sino solamente el cambio de sus miserias en las riquezas que adquieren.»

[12] No me admira, porque el vicio no está en las cosas, sino en el ánimo, por cuya razón tanto agobian las riquezas como la pobreza. De la misma manera que importa poco que acuestes a un enfermo en lecho de oro o de madera, porque en uno y en otro le acompaña la enfermedad; así importa poco que un ánimo enfermo se encuentre en medio de riquezas o en la miseria, porque su mal le seguirá a todas partes. Adiós.

Referencias

  • Epístolas morales por Lucio Anneo Séneca, Epístola XVII, Traducción directa del latín por D. Francisco Navarro y Calvo (1884)