Epístola sexta de las Epístolas Morales a Lucilio
Traducciones
De la verdadera amistad
[1] Comprendo, querido Lucilio, que no solamente me mejoro, sino, que me trasformo. No quiere decir esto que nada quede en mí que no necesite cambio. ¿Por qué no ha de haber mucho que deba corregirse, reformarse o perfeccionarse? Prueba es de mejoramiento conocer los defectos que antes no conocíamos. Se felicita a algunos enfermos cuando comienzan a sentir el mal.
[2] Quisiera comunicarte este repentino cambio que se ha verificado en mí; creería entonces estar perfectamente seguro de la verdadera amistad que media entre nosotros, y que la esperanza, el temor o el interés no podrían alterar: de esta amistad con la que los hombres mueren y por la que mueren.
[3] Te presentaré muchos que no carecieron de amigos, sino de amistad; pero esto no puede acontecer entre quienes se asocian por idéntica inclinación para buscar la virtud. Mas ¿por qué no puede suceder? Porque saben bien que todo es común entre ellos, y principalmente las adversidades. No podrás comprender cuánto adelanto cada día.
[4] Comunícame, dirás, esos medios tan eficaces que has encontrado. —Todo quiero trasmitírtelo, porque no gozo en aprender algo sino para enseñarlo a los demás; y nada me satisfará nunca, por grande y provechoso que sea, si no puedo saberlo más que para mí. Si se me ofreciese la sabiduría a condición de tenerla oculta y no comunicarla a nadie, la rechazaría. La posesión del bien no regocija si no se tiene compañero.
[5] Te enviaré, pues, los libros de que he obtenido estos medios y les pondré notas para que no pierdas el tiempo en buscar lo que contienen de bueno y puedas ver inmediatamente los pasajes que apruebo y admiro. Más te aprovecharía sin duda la viva voz y conversación que la lectura. Necesario es tener las cosas ante los ojos; primeramente porque los hombres suelen dar más crédito a la vista que al oído, y además porque el camino es más corto y eficaz por los ejemplos que por los preceptos.
[6] Cleanto no hubiese comprendido bien a Zenón si solamente le hubiera escuchado. Vivió con él, penetró en sus secretos y observó si vivía según sus máximas. Platón, Aristóteles y todos los filósofos que se dividieron en diferentes escuelas, aprendieron más de las costumbres que de la doctrina de Sócrates. No la enseñanza, sino el trato de Epicuro formó los grandes hombres Metrodoro, Hermarco y Polieno. No te hablo de esta manera para que aproveches para ti solo, sino para que aproveches también para otro; así nos seremos útiles unos a otros.
[7] Y ahora, para pagar la merced que te debo, voy a decirte lo que hoy me ha agradado en Hecatón.
«¿Preguntas, dice, qué he adelantado? ser amigo mío.»
Mucho ha adelantado sin duda; ya nunca estará solo. Ten presente que este amigo lo es de todos. Adiós.
Referencias
- Epístolas morales por Lucio Anneo Séneca, Epístola VI, Traducción directa del latín por D. Francisco Navarro y Calvo (1884)