Tras realizar una encuesta varios meses atrás en diversos grupos de Facebook, fue posible observar, que para muchos usuarios, la palabra relax o relajación tenía en gran medida una alta correlación, con el concepto de Tranquilidad. De hecho, para un porcentaje alto de usuarios, ambas palabras podían ser perfectamente consideradas sinónimos.
¿Qué es la Tranquilidad y la Relajación?
Vamos a ver que opina la Real Academia Española acerca de estos dos conceptos:
1. adj. Quieto, sosegado, pacífico.
2. adj. Dicho de una persona: Que se toma las cosas con tiempo, sin nerviosismos ni agobios, y que no se preocupa por quedar bien o mal ante la opinión de los demás.
En la acepción de “tranquilidad”, menciona la “cualidad del tranquilo”, la cual es la que representan estas dos acepciones a su misma vez. Para que la tranquilidad es un estado que solo se representa como una manifestación contrapuesta a una forma de ser o actuar. Del latín tranquillus nace del prefijo “trans-” (más allá) y quiēs que tiene que ver con la pasividad y el descanso. Por ello, la tranquilidad no se asocia necesariamente a un estado de descanso como tal, sino a un estado que va más allá del descanso.
Por otro lado tenemos:
1. tr. Aflojar, laxar o ablandar. U. t. c. prnl.
2. tr. Esparcir o distraer el ánimo con algún descanso.
Relajación como “acción de relajarse” y sus dos principales acepciones (que atañen a esta temática en particular). Del latín, relaxatio, es una definición completa que además, ha transcendido a otras lenguas más allá de las derivadas del latín, como las anglosajonas. La relajación, es un estado animo, un sentimiento, tal como lo opuesto a la tensión. El estado de esparcimiento, donde los músculos, contrarios a estar contraídos, están blandos, laxos, flojos.
¿Qué diferencias vemos entre tranquilidad y relajación?
En cierto modo, parece que ambos conceptos tienen muchísima correlación: cuando uno descansa, parece que lo más normal es que no exista un estado de tensión. El descanso obviamente se asocia al estado de esparcimiento. Pero como hemos comentado anteriormente, la tranquilidad es un estado que va más allá del descanso. No es solo una cuestión de esparcimiento. Hasta la misma definición nos sugiere, que existen otros componentes que atañen al concepto del “tranquilo”, tales como “no preocuparse por quedar bien o mal ante los demás”. Podríamos decir, que se parece más a un estado de indiferencia que un estado de relax.
Tampoco hace mención explícita, a la necesidad de una ausencia de tensión. Esto solo se sobreentiende. Y aquí no estamos para sobreentender nada.
¿Cómo fue la encuesta acerca de la tranquilidad y la relajación?
La idea de hacer una encuesta de esta índole surgió por el hecho, de que sistemáticamente durante varios años, había notado ciertas diferencias entre lo que dos grupos de personas, totalmente dispares, mostraban interés en su vida diaria y en sus planteamientos. Los grupos de las encuestas eran los siguientes:
- Por un lado el grupo de estudio (en adelante el grupo de TOC): personas con un diagnóstico de un Trastorno Obsesivo Compulsivo, o algún tipo de Trastorno de Ansiedad entre los que se incluyen, Trastornos de Ansiedad Social, Trastorno de Ansiedad Generalizada y Trastorno de Personalidad Obsesivo Compulsiva (o Trastorno de Personalidad Anancástica).
- Por otro lado, un grupo de control: estudiosos de filosofía Estoica en diferentes niveles de aprendizaje, desde novatos recién llegados a personas con más de año de instrucción.
Este estudio no es científico, solo es una encuesta para intentar dilucidar de algún modo, algunos resultados a modo abstracto para dar unas primeras bases una idea que aquí se plantea. No se utilizaron técnicas psicométricas para saber el nivel de “trastorno” sufrido por cada uno de los participantes de cada uno de los grupos, y solo se dio a entender que los participantes poseían rasgos dispares simplemente por pertenecer a un grupo de interés significativamente diferente.
Analizando los resultados y con independencia de la muestra (86 votos en el grupo del TOC y 33 votos en el grupo de Estoicismo), puede observarse una clarísima diferencia en la opinión entre ambos grupos.
También resultó interesante leer alguno de los comentarios que surgieron a partir de dichas encuestas en el grupo del Trastorno Obsesivo Compulsivo, tales como:
Usuarios que no solo pertenecen al grupo de Estudio, sino que además, refuerzan su conocimiento como una simple obviedad.
Pero, ¿qué ocurriría si dicha supuesta obviedad pudiera ser precisamente, uno de los principales motores que degenera en Trastornos psicológicos de dicho calibre?
Un subanálisis de la tranquilidad como relajación dentro del marco de un trastorno
En un análisis más profundo, es posible incluso analizar de ese tercio del grupo de TOC que dice que “No”, las razones que movieron a tomar esta elección. Después de todo este tiempo, es posible observar que para algunos pacientes, el caso de la relajación y la tranquilidad es muy peculiar. Estas personas han llegado hasta tal punto, que para ellos, ya no existe algo tal como “relajación” y mucho menos “tranquilidad” dado que hace décadas, que no sintieron esto (o al menos, de lo que su distorsión cognitiva recuerda de sus “años previos” al inicio de su trastorno). En algunos casos, esos “años previos” fueron la más pura infancia, previa a los 7 años, dando cuenta de ello el mayor sesgo cognitivo ¿Quién recuerda en el fondo, como se sentía cuando tenía menos de 10 años, si es que acaso fuera relevante?
Por eso, mis estimaciones aproximativas, indican que prácticamente un 20% de los que votaron que “No” en el grupo del TOC, podrían encontrarse dentro de este subanálisis. A esto le sumamos que ciertos familiares y amigos de personas con TOC, también votaron y posiblemente se encuadran dentro de una visión más cercana a un grupo de control que a un grupo real de análisis. No podemos descartar tampoco, que en el grupo de control, existan pacientes de alguna patología, dado que como comentaba al principio, no se hicieron estudios previos formales para intentar identificar algo. Esto solo es una encuesta y no un estudio científico.
Pero en conclusión, si sumamos ese 20% y un 84% de entre los familiares, parejas y amigos, todo nos lleva a pensar que el 95% ± 5% de las personas con TOC en el fondo, parten de un principio transcendente: Haber alineado sus valores entorno al concepto de la Relajación transitivamente como concepto de Tranquilidad y a su misma vez, como un subproducto de Felicidad o como antagonista al sufrimiento.
Implicaciones de asociar tranquilidad y relajación
Parece que este pequeño análisis conviene una serie de características que mueven a diferentes perfiles de personas y en cierta medida también sugiere un patrón que en gran medida genera un alto índice de discapacidad. ¿A qué podría deberse esta historia? Casi podríamos aseverar, que el concepto de tranquilidad, es para una inmensa mayoría, sino casi la totalidad de las personas, un fin último o al menos una parada esperada en mayor o menor medida. La tranquilidad para la mayoría de las personas simboliza y es en gran parte, un sinónimo de realización personal. En cierto modo, es una forma de haber alcanzado o vislumbrado una sintonía con su sentido en la vida.
Cuando se hace lo que corresponde, parece que la respuesta obvia ante dicha acción, es la mera tranquilidad, el sosiego.
Pero por otro lado, si hacemos la pregunta: ¿es posible estar tranquilo y estar en tensión? Generaría multitud de respuestas. Posiblemente uno de los factores que genere mayor variabilidad en dicha respuesta es el grado de autoconocimiento que dicha persona haya alcanzado sobre si mismo y sobre su sentido vital. Es posible, por ejemplo, estar ayudando a ciertas personas en un escenario un tanto estresante y sin embargo, estar tranquilo. ¿Por qué podría ocurrir este fenómeno, si a priori, pudiera parecer que la tranquilidad debiera ser un sinónimo e relajación?
Como la misma acepción que comentábamos al principio nos venía a indicar, la tranquilidad va más allá del descanso y no implica distensión.
Personas discapacitadas psicológicamente, trastornadas por diferentes tormentos, ven una fuerte asociación entre estos dos conceptos y es algo de esperar. La misma definición de relajación, implica al mismo tiempo un estado deseado y un estado vicioso. Estado deseado porque en cierto grado supone cierto nivel placentero. Y por mera dinámica natural de cualquier especie animal, el placer suele encajar dentro del espectro de “lo preferido“. Por otro lado, la relajación trata sobre la pasividad. Un cazador no está relajado cuando caza, por tanto, ¿debe ser acaso su fin último, el resultado de poder esparcirse tras esa caza? ¿O debe incluirse la caza, dentro de dicho fin?
Es por ello, que muchas personas han entendido, y en cierto grado, asimilado, que si la Tranquilidad es un bien, o un incluso, un fin último, y la relajación forma parte, o es sinónimo de dicho concepto, entonces, por pura transitividad, la conclusión unánime es la siguiente: “tengo que estar relajado perpetuamente para estar bien“. Y como cualquiera, con un mínimo de perspectiva pudiera atisbar en este momento, plantear esto es una auténtica falacia de la existencia. Es cavar tu propia tumba antes de estar muerto.
El disconfort, la incomodidad y la tensión como paradoja de una existencia
En cierto modo, parece que el camino hacia la tranquilidad, pasa por aceptar tanto el confort y la relajación cuando llegan, como la tensión y el disconfort cuando suceden. Porque en cierto modo, creo que está bastante claro que la relajación y la tensión no depende de nosotros. Si estamos enfermos, y nos duele el estómago seriamente por causa de una úlcera, no podemos pretender estar relajados. Pero si podemos estar tranquilos. Suena paradójico, porque esta es precisamente la paradoja de nuestra existencia: la aceptación de un estado que muchos hemos aprendido a no aceptar.
Hay dos frases que se suelen leer y escuchar muy a menudo, cuando te juntas con personas que sufren un trastorno:
– “Las cosas se disfrutan más y mejor, cuando se está relajado“
– “Solo a través de la relajación las cosas salen bien“
Claro está, que existe un tremendo refuerzo detrás que ha llevado a dicho convencimiento. De hecho, los investigadores de la motivación han trabajado intensamente sobre esta materia. Una de las leyes más famosas en el mundo de la psicología es la de Yerkes-Dodson, la cual enuncia, que a mayores niveles de “arousal” (excitación, tensión), peor rendimiento para realizar tareas más complejas. Pero al mismo tiempo a mayor “arousal” más eficiencia para realizar tareas simples. Pero además, también se observó, que niveles bajos de “arousal” (baja excitación o baja tensión), también provocaba un efecto parecido al de niveles altos para ejecutar peor tareas complejas. Por tanto, en gran medida se pudo concluir, que la relación de relajación y tensión, dos variables que son totalmente incontrolables demanera consciente, acaban desembocando en respuestas totalmente arbitrarias para nosotros.
En cierto modo, el enunciado: “Solo a través de la relajación, las cosas salen bien“, es una falacia, dado que es obligatorio alcanzar cierto grado de tensión para que los resultados relativos a una tarea compleja resulten más convenientes. En cuanto aquello que se disfruta, es una evaluación transitiva: si disfrutas la relajación, disfrutas más, lo que disfrutas. Es imposible de contrariar: si te gusta el helado de fresa, disfrutarás tomando más un postre basado en helado de fresa que en otro tipo de helado.
La pregunta que debemos hacernos en este punto es: ¿es posible aprender a disfrutar otras variedades de helado también?
Es decir: ¿sería posible disfrutar aun estando en otros estados de emoción, que no impliquen necesariamente un estado de relajación, como es por ejemplo, el estado de tensión?
Sobre los estados de disconfort
En cierto modo, llegamos a un punto en el que podríamos empezar a entender, e incluso aceptar, que el disconfort o la tensión, no son el mal, sino que simplemente son estados naturales, pasajeros, e incluso, necesarios conforme a las circunstancias. Y también podríamos asimilar, que tranquilidad y tensión sí podrían llegar a ser compatibles, aunque nos cueste ver escenarios donde realmente esta casuistica se vea cierta. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué, como pudo verse en las encuestas, hay gente que lo tiene tan claro que no hay correlación entre tranquilidad y relajación, en cambio existe otro montón de usuarios que veían esto como una auténtica Ley Natural?
Partiendo por base que estamos hablando de constructos verbales, no podemos remontarnos a una cuestión genética, dado que es una obviedad que este tipo de asociación ha debido de ser adquirida por pura epistemología y aprendizaje del individuo.
De hecho, el aprendizaje, nunca es suficiente para asimilar un concepto. De hecho, aunque en este punto ya hubieras sacado la conclusión de que aceptar la tensión como parte de la existencia y como mero estado transitivo de una posible tranquildiad, esto no implicaría en ningún caso, que lo aceptes integramente y esto te permita iniciar un nuevo camino partiendo de esta premisa, en el que obviamente, la relajación dejara de ser un fin último, perseguido y requerido para una buena existencia.
Hábito y conductismo
Hay algo más allá del aprendizaje que es lo que verdaderamente asienta los principios: el hábito, que conlleva repetición y retroalimentación en diferentes niveles. Y la retroalimentación llega por dos caminos: por lo externo y por lo interno. Lo externo, desde una perspectiva sesgada, como tenemos todos, que no podemos contemplar con nuestros sentidos, toda y cada una de las cosas que están pasando, que han pasado y que están por pasar. Solo la pequeña y breve porción que se encuadra allí donde alcanza nuestra retina. Y por otro lado, lo interno, lo que nos decimos.
Así que de alguna forma, parece que hemos estado jugando un partido de tenis contra el mismo adversario, durante toda una misma existencia. Un adversario, que siempre nos mandaba la pelota de exactamente la misma forma, y formentaba un golpe de raqueta, que no necesariamente pudiera ser el más correcto para no hacernos daño en la muñeca. No voy a entrar en más detalle sobre esto, porque se adentra en el ambito del conductismo, del refuerzo de hábitos y de como, en la inmensa mayoría, hemos llegado a un modus operandi, acción-reacción por una mera cuestión de habernos repetido durante toda una existencia, los mismos patrones.
Pero la pregunta es: Si hemos sido capaces de condicionarnos en una línea, ¿podremos ser capaces de condicionarnos en otra nueva? He aquí donde entra el concepto de los “grados de disconfort” y el entrenamiento de la voluntad (que en el fondo, la voluntad no es ni más ni menos que la ejecución a través de la adversidad)
Los grados de disconfort: ejecutando a través de la adversidad
Suena el despertador, son las 6 de la mañana, está amaneciendo y vamos a levantarnos. ¿Lo curioso? Que no tenemos nada particular que hacer. No tenemos que ir a trabajar, no hay proyectos que hacer, ni atender a unos niños, porque todavía están durmiendo, si es que están. ¿Por qué deberíamos de levantarnos entonces tan temprano? ¿Por qué no disfrutar un rato más en la cama?
Pero podríamos hacernos otra pregunta: ¿por qué debe existir un condicionante, externo, que sea el que nos mueva a ejercitar a través de la adversidad? ¿Por qué no podemos ejercitar a través de la adversidad de manera voluntaria? ¿Podríamos ejecutar al margen de la motivación?
La dificultad, está en visualizar el motivo o la motivación por la que deberíamos hacerlo. Ejecutar a través de la adversidad nos hace más libres. Pero ¿para qué queremos ser más libres?
Antes debes saber rendirte. Primero has de aprender a no tener miedo y saber que algún día morirás. Únicamente cuando se pierde todo, somos libres para actuar.
Para poder ser libres para actuar, libres de restricciones. Libres de tormentos y libres de espíritu. Dicho de otro modo. Quizá sea este uno de los pocos caminos, para alcanzar la tranquilidad.
¿El camino a la libertad pasa por la adversidad?
Volviendo a los grados de disconfort, queda visible, que en la vida, de manera constante y recurrente, se nos presentan escenarios de adversidad. ¿Cuantos de ellos se presentan de manera voluntaria y cuantos de manera espontánea?. Esta diferencia aunque pueda parecer sutil, no lo es. Los escenarios de adversidad espontánea no enseñan nada. No retroalimentan nada. O quizá sí: lo mismo podrían estar retroalimentando una forma de ejecutar disfuncional:
“Siempre que hago algo estando nervioso, me sale mal”.
Ese “me sale mal”, es una forma de percibir un escenario de adversidad que surje de manera espontánea. Nos hemos inducido voluntariamente ese “me sale mal”. Ese “me sale mal” surge de manera espontánea, y nosotros, lo podemos asociar, a través de la evaluación, con la forma que lo hicimos (estando nerviosos). Lo más interesante, es que habiendo hecho esto muchas otras veces, estando relajados, también salió mal, pero como se decía anteriormente, por ese sesgo de los sentidos, en el que no podemos poner sobre la mesa, todos y cada uno de los sucesos y hacer un análisis puramente racional y científico, solo nos quedamos en la memoria con aquellas veces que, lo hicimos estando relajados, y salio bien. A esto le llaman en psicología, un sesgo cognitivo.
Para tratar este escenario, salen propuestas variopintas tales como:
- La psicología positiva: intentar darle la vuelta a la tortilla: “aunque no salió como esperaba, de los fallos, siempre se aprende, así que en suma, salió bien porque aprendiste algo nuevo”
- La psicología contextual: da igual como te haya salido, irrelevancia evaluativa. Intentar no asignar un valor moral a lo ocurrido (bien o mal). “Simplemente salió, como tenía que salir”
Las estanterías, están hasta arriba de libros que llenan cientos de páginas, tratando de explicar minuciosamente cualquiera de estas dos vertientes. Pero cualquiera que lo lea, no llega a nada, ¿por qué? Porque como comentabamos al principio, el aprendizaje no solo se establece con tener el conocimiento como ya sugerían Platón y Sócrates. Existe otro factor importante y es el del hábito y la retroalimentación.
Aquí confluyen muchos elementos, como el estado de ánimo del momento, que afecta en el nivel de recepción que tengamos. Como estamos expuestos constantemente a la casuística de lo que ocurre, que además, no ocurre de manera constante, ¿cuantas veces nos sale mal aquel trabajo? Es cierto que muchos pequeños detalles pueden salir mal a lo largo de un día. Pero para una persona, el mal se suele asociar a algo grande. A algo de tamaño fóbico. En una persona con un trastorno, que algo salga mal, puede ser, desde una perspectiva supersticiosa, el simple hecho de no haber ejecutado un ritual correctamente y en consecuencia, haber recibido una llamada diciendo que un familiar ha muerto. Acción-Reacción.
¿Qué tiene la psicología positiva y/o contextual que decir al respecto? Paparruchas. Nadie está preparado con una frasecita fruto de una galleta de la buena fortuna, para esto.
El camino a la tranquilidad y la libertad pasa por la adversidad
Existe un tercer enfoque que es muy poco bien recibido. El enfoque que propuso la Escuela Cínica de Atenas: trabajar a través de los grados de adversidad. O lo que es lo mismo: inducir esos grados de adversidad de manera voluntaria.
Suena el despertador, son las 6 de la mañana, está amaneciendo y vamos a levantarnos. ¿Lo curioso? Que no tenemos nada particular que hacer, pero nos levantamos. Pura adversidad. ¿Para qué? Para nada en particular, solo estamos ejecutando a través de la adversidad. Y por algún motivo ocurre esto:
Enhorabuena, estás a un paso de tocar fondo
¿Para qué? Para ser libres de actuar. Ni siquiera hace falta contrariar la evaluación. Llegado al punto y aún pensando que algo es “malo”, deberíamos de poder ejecutar a través de ello. A fin de cuentas, ya hemos estado trabajando durante una larga temporada a través de lo que es “malo”, a través del disconfort, a través del no-relax, de la tensión.
Alguna vez oí la cuestión:
“Pero hay adversidades que no podemos inducir, como la muerte de un ser querido”.
Esto quizá sea lo más interesante de este tercer enfoque: la generación de un hábito y la retroalimentación del mismo genera, en suma, una nueva forma de percibir un estado que no hemos aprendido a concebir: aceptar que la tensión y el disconfort no son un mal, son solo estados pasajeros. Por tanto, que muera alguien, no va a quitar que nos sintamos tristes, que sintamos angustia, y algun malestar en algún punto interno de nuestro cuerpo. Pero si es posible que a través del ejercicio del tercer enfoque, lo aceptemos, como algo natural. No lo rechacemos, no huyamos de ello, no tratemos de evitarlo, y sobre todo y más importante, no establezcamos una relación con nada en particular. Que los eventos espontáneos no sean caldo de cultivo para un condicionamiento, solo sean lo que son: eventos espontáneos.
¿Cómo trabajar los grados de disconfort?
Hay que parar y pensar: ¿qué hay en nuestras vidas que nos restringe y nos genera disconfort? De los cientos, sino miles de escenarios que podrían ocurrírsenos, hay que elegir unos cuantos y plantearlos, periodicamente en nuestro estilo de vida.
Nos dicen que hagamos todos los días meditación, ejercicio físico, varias comidas saludables, dietas y suplementos alimenticios, etc. Todo esto está muy bien, pero es necesario, si cabe pero no nos va a dar la libertad íntegramente.
Es necesario integrar al menos entre 4 y 5 elementos de disconfort al día e ir rotándolos a través de un largo periodo de tiempo, o de la existencia si cabe. Ha llegado el momento de iniciar una guerra voluntaria contra la relajación.
Al fin de cuentas…
Estás a un paso de tocar fondo, enhorabuena.